lunes, 6 de octubre de 2008

Diez años de injusticia (IV) La farsa

Duró casi siete meses, pero el jurado de Miami solo necesitó para deliberar breves espacios de tiempo. En apenas cuatro días declaró a los Cinco culpables de cada uno de los 26 cargos de la acusación

¿Dónde estuvieron los medios de prensa norteamericanos durante los casi siete meses que duró el juicio contra los Cinco? La pregunta aún continúa sin respuesta al cabo de ocho años.

No solo fue este uno de los juicios más largo en Estados Unidos en el momento que tuvo lugar, sino también fue un caso que involucró importantes asuntos de política exterior y terrorismo internacional, en el que comparecieron 74 testigos (43 por la fiscalía y 31 por la defensa), entre ellos generales, un almirante, así como un asesor de la Casa Blanca, quienes coincidieron en que Cuba no constituía una amenaza militar para ese país, sino que únicamente estaba interesada en conocer lo necesario para defenderse de la amenaza de ataque por parte de EE.UU. o de mercenarios radicados en ese territorio.

El proceso legal contra Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González se inició en el otoño del 2000 y terminó en junio del 2001. Se necesitaron 119 volúmenes de transcripciones y 15 de narraciones de hechos previos, cajas de documentos de prueba¼ un registro enorme y exhaustivo. Lo que sin duda resultó un suceso para grandes titulares, se mantuvo en secreto y lo cubrió solo la prensa local de Miami.

DE VIOLACIONES SE HABLA

Se conoce que los acusados fueron detenidos violentamente sin previa notificación, encarcelados durante largo tiempo antes del inicio del juicio y sometidos a castigos penitenciarios sin haber violado ninguna norma del sistema carcelario.

Además, hubo una clara manipulación de las pruebas, transgrediéndose el principio del "discovery", que obliga a que las evidencias que posea o pretenda presentar una u otra parte para valerse de ellas en la audiencia, deben ser comunicadas a la otra parte y puestas a su disposición para su conocimiento y examen.

Sin embargo, en el caso de los Cinco la defensa se vio constantemente limitada en su derecho de disponer libremente de la documentación considerada como evidencia, para su estudio y análisis, dado que fue clasificada bajo la Ley de Procedimiento de Información Clasificada (CIPA), hecho inexplicable ya que a los encausados no se les ocupó ni un solo texto de interés para ser tutelado por la CIPA.

Por otra parte, la manipulación de los testigos, debido a las presiones que ejerció sobre ellos la Fiscalía, fue atroz, dificultando unas veces e impidiendo otras, que se pusieran de manifiesto ante el jurado y la Corte, hechos e informaciones que pudieran constituir evidencias favorables a la defensa de los acusados.

‘"Cuando nuestro juicio estaba a punto de comenzar, uno de los abogados de la defensa nos advirtió sobre la posibilidad de que los agentes del FBI mintieran en el estrado de los testigos: ‘Ellos podrán pensar que es lo más patriótico’, nos dijo el abogado. Nosotros, a pesar de que conocemos el ambiente de Miami, nos negamos a creerlo hasta que la verdad nos abrió los ojos. Otro de los abogados lo resumió en una frase más simple: ‘Cuando un testigo de la Fiscalía jura en el estrado, está recibiendo una licencia para mentir"’, escribió en una carta René González Sehwerert a esta reportera.

Más adelante comentaba: "Durante nuestro juicio llegamos a pensar que los fiscales tendrían una oficina dedicada solo a preparar trampas y a manipular el sistema. Yo no pudiera imaginarme cuántos volúmenes habrán dedicado los abogados de este gobierno en estudiar al milímetro todo... ".

LO QUE TUVO LA FISCALÍA

Lo que la Fiscalía poseía eran evidencias de que uno de los Cinco, Antonio Guerrero, había trabajado durante cinco años como empleado de mantenimiento en la base de entrenamiento de la Marina en Boca Chica, en el sur de la Florida.

Esa instalación estaba completamente abierta al público, e incluso tenía un área de observación especial apartada para permitir que las personas tomaran fotografías de los aviones en las pistas de aterrizaje.

Durante la estancia de Tony allí, nunca solicitó un certificado de confianza, ni tuvo acceso a áreas restringidas, y mucho menos intentó penetrar en ninguna de ellas. A pesar de intensas acciones de intimidación por parte de la Fiscalía, algunos de sus compañeros de trabajo testificaron que "era una persona normal, buen trabajador y sociable, que no mostró interés particular alguno por las áreas de seguridad". De hecho, mientras el FBI lo mantuvo bajo vigilancia durante dos años antes de las detenciones, ninguno de los agentes ofreció testimonio sobre algún acto indebido de su parte.

Además, si bien el gobierno había confiscado miles de páginas de documentos de los Cinco en el momento de su arresto, faltaba el elemento común de todos los casos de espionaje: el material clasificado, y a ellos no se les encontró ni una sola página relacionada con información de seguridad nacional.

ANÉCDOTAS EN LA SALA

Para comprender cómo se desarrolló el juicio de los Cinco, el propio René relataba en su misiva: "Los fiscales preparan minuciosamente a sus testigos para mentir con la misma impunidad con que lo hacen ellos mismos ... En nuestro propio caso, del mar de mentiras en que se hundió la justicia, sobresalió la de un testigo que fue llevado para identificar en una grabación la voz de uno de los pilotos de Hermanos al Rescate que, según todo el resto de la evidencia, era imposible que hubiera podido hablar a esa hora porque... ¡ya estaba muerto! La explicación desenfadada de la fiscal ante tal barbaridad: ‘Bueno, su señoría, el jurado es libre de creer la versión que desee’.

"Otro ejemplo que me viene a la mente en nuestro caso. Los fiscales me querían achacar la autoría de una carta que sencillamente no había escrito yo, y según las pruebas de laboratorio del propio FBI, la impresión de mi computadora no se correspondía con la de la carta.

"Pues bien, el fiscal se paró en sus argumentos finales y dijo que eso no importaba, que la carta la había hecho yo con mi computadora y que de todas nuestras computadoras ocupadas por ellos, la mía era la única que podía haberlo hecho.

"Lo peor es que durante el juicio nadie se había molestado en presentar evidencia en relación con nuestros tipos de computadoras. El asunto sencillamente no se había abordado en todo el juicio y todo lo que había era un peritaje del FBI desechando mi computadora como fuente de la carta.

"Pero eso no importó. El señor simplemente se paró ante el jurado y le envió un mensaje: ‘La evidencia del FBI dice una cosa pero yo, que soy el fiscal, les estoy diciendo ahora’. El tipo tenía la más absoluta seguridad de que su sola palabra anularía ni más ni menos que un peritaje del FBI."

PREJUICIADA RETÓRICA

El acta de acusación contenía 26 cargos independientes, cada uno de los cuales inculpaba a uno o más de los Cinco de delitos específicos. La mayor parte eran hechos menores vinculados con el uso de falsa identidad. No obstante, los más graves, que aludían a espionaje y asesinato, conllevarían sentencias de cadena perpetua.

Pero el acta no incriminaba a los Cinco cubanos de cometer dichos crímenes, sino de conspirar para cometerlos. Hecho que le dio margen a la Fiscalía para no tener que probar realmente que alguno de los implicados había realizado verdaderamente espionaje o cometido asesinato, o que incluso estos delitos habían ocurrido en realidad. Todo estaba pensado. Los Cinco se convertían en rehenes del odio irracional del imperio contra Cuba.

El martes 29 de mayo del 2001, a las 9:40 a.m., se inició la primera jornada de los alegatos finales de las partes en este juicio. El informe conclusivo de la Fiscalía fue un arma premeditadamente utilizada para suplir la falta de evidencias en favor de una acusación insostenible. El fiscal, en su último argumento ante el jurado, apeló a la falsa y prejuiciada retórica del gobierno contra los Cinco, afirmando, no menos de tres veces, que los acusados habían ido a Norteamérica "con el fin de destruir a Estados Unidos".

En un periodo de casi siete meses, el jurado de Miami solamente deliberó por breves espacios de tiempo durante cuatro días sin siquiera enviar una sola nota o expresar alguna duda ante el tribunal, y procedió a declarar a los cinco detenidos culpables de cada uno de los 26 cargos de la acusación. No hizo ni una sola pregunta acerca de los complejos principios legales involucrados y no hizo ni una sola solicitud de revisión de ninguno de los testimonios.

El doctor Rodolfo Dávalos ha dicho: "No quedaba nada de la ‘presunción de inocencia’ cuando encadenados como esclavos, pero más libres de conciencia que sus juzgadores, se pusieron de pie e irguieron su frente ...para recibir de aquel jurado temeroso y amañado, el injusto e ilegal veredicto de culpabilidad. Antes de ese veredicto eran inocentes, jurídicamente hablando, y como tal debieron ser tratados. Después lo siguen siendo, porque un fallo injusto no torna en crimen la inocencia".

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