miércoles, 18 de abril de 2007

La amistad invicta de Tony y Marieta


La primera vez que empujó la puerta del Departamento y vi sus ojos color miel, tan vivos, tan expresivos, me quedé paralizada. Luego cuando me lo presentaron: 'Mira Marieta, este es el nuevo jefe...', pude comprobar que realmente era muy lindo: alto, galante: un tipazo.
"Pero yo no lo vi como el hombre. Desde el primer momento sentí en él a una persona sensible, abierta, con una educación exquisita, muy humana... y nos dimos cuenta de que íbamos a ser más que un jefe y una secretaria".
La escena sucedió en 1983, hace casi 20 años, pero con la vitalidad de las cosas verdaderas, aún respira en la memoria de Marieta Milá Lombida, la actual secretaria de la dirección del aeropuerto internacional Antonio Maceo, de esta ciudad.
Por aquel entonces Marieta era casi el alma del Departamento de Aeródromo, y el recién llegado no era otro que Antonio Guerrero Rodríguez, un joven de 25 años, recién graduado como Ingeniero en Construcción de Aeródromos en un instituto de Kiev, en la antigua Unión Soviética, que enfrentaba su primera experiencia laboral.
"Cuando Tony llegó yo dominaba bien el trabajo de 'Aeródromo', lo había aprendido con el antiguo jefe, Hugo Garrido; él, muy inteligente, captó todo enseguida".
De ese ejercicio de dar y recibir experiencias, del roce de sueños, ideales y hasta gustos compartidos, como el amor por las canciones de Julio Iglesias, en medio de jornadas de trabajo intensas pero hermosas, nacería esta cálida amistad, que como si las reviviera puede hoy inventariar anécdotas y repetir las rutinas compartidas.
¿Cómo era el Antonio Guerrero jefe, único especialista en aeródromos, prácticamente el segundo en la dirección de esta terminal aérea?
"A pesar de su juventud tenía una gran madurez. Se ganó el respeto de todo el colectivo porque no era un dirigente de dedo, trabajaba a la par de los demás.
"Si estaban haciendo una construcción y había que preparar una mezcla, dar pala, se cambiaba y se quedaba hasta la hora que fuera. Si tenía una reunión, iba, regresaba y se 'pegaba'con los subordinados. Era muy recto, no tenía hora de descanso".
"Si algún compañero se salía de la disciplina, como hubo algunos, él los llamaba y conversando les hacía ver sus errores. Copo, el entonces director del Aeropuerto, y los demás integrantes del Consejo de Dirección le pedían que sancionara, pero a Tony le costaba un mundo hacerlo -ese era el señalamiento que como dirigente siempre tenía. Tony prefería hablar.
"Muchas veces me quedé con el deseo de que diera un golpe en el buró y dijera: 'Mira chico, tú tienes que hacer eso así porque a mí me da la gana, y tiene que ser así'. Jamás hizo eso.
"Nunca tuvo una mala forma, un mal gesto con nadie. Su respeto por el ser humano es tan grande que los hombres terminaban haciendo las cosas.
Justo porque el jefe fue cediéndole lugar al hermano, el rostro de Marieta se inunda de alegría al evocarlo, unas veces sentado en su buró, dispuesto a redactar cualquier informe, avisándole: Marieta, estoy escribiendo, lo que significaba que ella debía prepararse para mecanografiar; otras, con la mesa de trabajo siempre llena de papeles, implorándole:"No, Marieta, no me ordenes más el buró. Yo sé en qué lugar tengo cada cosa.
Son tantas las huellas del jefe-amigo, que el intentar cualquier retrato del "hombre especial", le oxigena la memoria, más allá de la casualidad de que ambos hubieran nacido un 16 de octubre.
"El llavín que yo tengo en la puerta de mi casa me lo regaló Tony. Yo tenía uno que cuando alguien se recostaba a la puerta se abría. Un día, conversando con él, le comento mi situación... Sin decir nada me buscó un llavín y me lo dio.
"Más de una vez tuve que traer mis dos hijas gemelas a la oficina -tenían 5 o 6 años cuando aquello-. A pesar del tanto ajetreo que teníamos Tony encontraba un chance, cerrábamos la puerta, y se ponía a jugar yaquis con las niñas.
¿Háblame del hombre, cómo es, qué cosas le gustaban?
"Aquí no era fiestero, pero sí muy alegre. Le gustaban las actividades familiares: dos o tres parejas, el deporte: la pelota, el fútbol, el voleibol, los animales.
"Escribe poemas desde hace rato, según tengo entendido eso le viene de la abuela, pero no lo había desarrollado como ahora. Adora a los niños y es muy romántico.
"Por aquella época hacíamos muchas actividades y nos íbamos a la playa. Cuando el grupo llegaba, como siempre pasa, cada uno hacía su grupito de acuerdo con las afinidades. Él iba con su esposa y el niño, y trataba por todos los medios de ir a cada grupo, sentarse a conversar, compartir un trago.
"Si estaban haciendo una caldosa, él iba para donde estaba la gente cocinando y se ponía a ayudar y hacía un chiste... porque Tony es serio, un joven con una madurez increíble, pero es alegre y ama la vida. Esas cosas las disfrutaba mucho.
Recuerdos de escenas que se prolongan hasta un poco más allá de 1990 y 1991, fecha en que Tony pasó a trabajar en La Habana, y que no pudieron ser mutilados ni con el golpe, la sorpresa de aquella noticia:" Tony se fue".
¿Después de eso continuaron las relaciones entre ustedes?
"Cuando me enteré de que había salido del país, rápidamente le escribí a Mirta, la madre. Le mandé a decir que yo no me iba a meter en su vida privada, y que independientemente de los motivos por los que se hubiera ido, dondequiera que estuviera, él seguía siendo mi hermano. Y así Mirta se lo hizo llegar".
¿Cómo se enteró lo que Antonio hacía realmente?
"Por mediación de su hermana supe luego que estaba en prisión. Ella vino a verme porque los abogados de Tony, de allá de los Estados Unidos, venían a Cuba y querían encontrarse con personas que pudieran hablarle de él.
"Esperé como un mes y entonces y le pedí a Enrique de la Puente, otro compañero nuestro de aquí, muy cercano a él, que también estuviera. Los abogados por fin no vinieron a Santiago, pues les bastó con la información que obtuvieron en La Habana, y de esto no trascendió nada ... Con el tiempo, todo el mundo conoció la situación de Tony. Enrique y yo lo sabíamos desde mucho antes".
¿Recibió alguna respuesta de él?
"Ahí tengo las cartas de él, las postales... y hemos seguido en contacto.
"En 1997 el estuvo aquí en Santiago. Me buscó enseguida, me presentó a la esposa y conversamos mucho. Esa fue la última vez que lo vi.
"Me impresionó verlo tan delgado. Le dije: Tony, qué flaco estás. Se había vuelto vegetariano, al igual que la esposa, y practicaba mucho campismo."
Esa amistad invicta, fértil, lozana, a pesar de la distancia, el encierro y la injusticia, vive con octubre y una fecha de cumpleaños compartida, momentos especiales.
Como en los días en que, a pesar de tantas tareas, se las arreglaba para encontrar siempre un detalle, cada 16 de octubre le siguen llegando los mensajes.
Quizá el más conocido, el poema Regresaré le devolvería a esta santiaguera auténtica, los mejores deseos del amigo hechos poesía: Regresaré y le diré a la vida/ he vuelto para ser tu confidente...
"Sí, me lo mandó a mí". Su voz es un cuchillo rasgando la distancia. "Ese poema me duele, me llega al alma. Yo no concibo que no vuelva a ver a Tony. Todos sus compañeros de aquí del Aeropuerto de Santiago de Cuba lo esperamos con un anhelo terrible.
"Y te digo, no me importa que él no venga a aquí a Santiago, que yo sé que va a venir. Tan sólo con saber que Tony salió, que está en La Habana, yo me sentiría la mujer más feliz".

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