El asunto trasciende a la justicia y se instala en la vieja pugna del Imperio por vencer a la pequeña Isla que se atreve a ser soberana en sus narices. Con los Cinco, ponen a Cuba en el banquillo. Cualquier dilación es bienvenida para condenar la rebeldía, complacer a sus compinches contrarrevolucionarios de Miami y justificar, de paso, la membresía de este pequeño país a las listas de presuntas naciones terroristas que supuestamente amenazan al nuevo amo del mundo. Mientras, Estados Unidos practica el terrorismo a diestra y siniestra, incluso, contra su propio sistema de justicia –remember las torturas en Iraq, Guantánamo o contra los miles de prisioneros que mantienen en un limbo jurídico, perdidos por todo el orbe. Han convertido la crueldad en texto sagrado y las cárceles en secuestros.
Con los nuestros, ya no cabe otra decisión que liberarlos. Lo dictan la moral y la vergüenza. Cualquier otro camino lleva a la Casa Blanca y sus mafiosos secuaces a seguirse hundiendo en el descrédito.
Pero mientras estos sórdidos años se van acumulando –lo dijo René en su alegato hace unos diciembres- "nosotros seguiremos apelando a la vocación por la verdad del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que nos puede infundir el crimen de ser dignos".
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Hace 4 meses
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